Comentario
La incorporación de la mujer al mercado laboral ha conocido un camino similar en todos los países industrializados, donde lo ha hecho al ritmo del desarrollo económico que se vivió a partir de los años sesenta, interrumpido por dos periodos de crisis en los periodos 1973-1975 y 1980-1981. Diversos factores -educativos, sociales, políticos y demográficos- confluyeron positivamente. Desde el punto de vista educativo, la mujer ya había accedido en número importante a los estudios universitarios y profesionales por lo que se encontraba dotada de una capacitación equivalente a la del hombre y sentía el deseo de desarrollar un trabajo para el que se había preparado. A ello se unió los cambios de comportamientos que se habían producido en relación con el matrimonio y la familia: el descenso de la tasa de nupcialidad, el drástico de la natalidad y la concentración de los nacimientos en unos años determinados permitían a la mujer incorporarse al trabajo más fácilmente. Ideológicamente la sociedad encontró el apoyo de los movimientos feministas de los años setenta que promovió el trabajo fuera de casa como el medio indispensable para obtener la liberación de la mujer. El hecho de ser independiente económicamente del hombre, se presentaba como el primer paso a dar para su emancipación. Fue también a partir de los años setenta cuando en el mundo occidental se liquidaron las últimas trabas legales para que la mujer pudiera acceder a ciertos trabajos como a la magistratura, a la diplomacia, a las Fuerzas Armadas, etc. Los cambios sociales influyeron en el aumento del trabajo femenino de diferentes modos. La aplicación de la tecnología al trabajo doméstico dejaba a la mujer con tiempo disponible para dedicarse a otras actividades. Más adelante, a partir de los años 80, otros factores sociales como el aumento de las familias monoparentales, surgidos desde la legalización del divorcio, impelieron a la mujer a buscar un trabajo remunerado con el que pudiera mantenerse y mantener a sus hijos.
A todo ello se sumó, en los años setenta, el inicio del proceso democratizador en las dictaduras tradicionales de la Europa mediterránea: Portugal, Grecia, España. En este país, desde los años sesenta, importantes movilizaciones reivindicaban la apertura democrática. La incorporación laboral de la mujer, con lo que ello supone de independencia del hombre, se unió a las ansias de libertad política.